lunes, 30 de noviembre de 2015

El Huerfanito

   Hans se quedó huérfano cuando tenía seis años, pero continuó viviendo en la cabaña en la que sus padres habían trabajado, y se ganaba el sustento prestando pequeños servicios que cada día eran más importantes.

   Y, mientras Hans aprendía el oficio de granjero, veía como Karl, el hijo del dueño, iba a la escuela y tenía profesores particulares. Y esto era lo único que Hans envidiaba, poder aprender, y tener los magníficos libros que se apilaban en las estanterías del cuarto de estudio de Karl.

   Y, como en una ocasión expresara su admiración por sus libros, Karl le dijo:

   - Si supieras leer, te los prestaría.

   Entonces Hans, con el ansia de saber, se las ingenió para que alguien le enseñara las letras. El viejo pastor no sabía mucho, pero hizo cuanto pudo, a cambio de que el muchacho le ayudase a esquilar las ovejas.

   Cuando Karl se marchó a estudiar a la ciudad, Hans, sin descuidar su trabajo en la granja, leía por las noches los libros prestados.



   Pasaron los años. Los dueños de la granja murieron y Karl continuó en la ciudad, dedicado a los negocios, según se decía. En cuanto a Hans, llevaba la granja con tal acierto que cada año eran mayores sus rendimientos. Aunque nunca había ido a la escuela, aprendió tanto en los libros, que conoció las enfermedades del ganado, el modo de curarlas, los mejores abonos para los pastos... Todos, en la comarca, estaban admirados de su saber.

   Un día, inesperadamente, Karl regresó a la granja y dijo a Hans:

   - He venido para quedarme. Los negocios me han ido mal y estoy arruinado. Ya no te necesito.

   Hans, sorprendido, contestó:

   - Buscaré algún trabajo, pero le ruego que cuide bien de las tierras y de los animales, porque son agradecidos cuando se vela por ellos.

   Con gran pena, porque había vivido siempre en aquella granja, Hans recogió sus escasas pertenencias y se marchó dispuesto a conseguir un trabajo parecido en cualquier otro lugar.

   Como era bien conocido por sus cualidades, Hans encontró trabajo en otra granja cercana, pues su dueño no sabía llevarla. Y como lo comprendiera, Karl fue en busca de Hans, y le prometió la mitad de los beneficios, a cambio de que volviese a su anterior trabajo.

   Y si Hans aceptó, no fue por ambición personal, sino por salvar de la ruina al hijo de sus antiguos amos.

   - Es todo un hombre -  decían de él en la comarca.

   Pasados unos años, la granja cobró importancia, amplió sus instalaciones y llegó a ser la más próspera del contorno. Era el resultado del trabajo inteligente de Hans.

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