Vivía en un bosque de abetos una ardilla muy fantástica, que se divertía con todo. Jugaba con las piñas y de noche charlaba con el búho. Las noches de luna llena, vagabundeaba como una sonámbula.
- Es una rara - decían las demás ardillas del bosque.
Una noche, durante la luna llena, empezó a cantar y decía:
- ¡Desde hoy me llamo Viento de Luna!
Y eso se pasó repitiendo lo mismo todo el tiempo.
Las otras ardillas comentaron que era la luna la que la sacaba de quicio. Y Viento de Luna seguía sin parar y sin dormir y sin dejar dormir los demás. Todo el verano llegó, enrollados en su cuello, guirnaldas y collares de enredaderas y de campanillas...
Pero llegó el otoño y Viento de Luna tuvo dificultades para encontrar flores para sus collares. El invierno se venía encima y todas las ardillas empezaron a aprovisionarse, llevando a sus despensas nueces, bellotas, cacahuetes,... Viento de Luna seguía cantando e inventando canciones nuevas. así llegó el invierno. La pobre cantora no tenía ni una bellota que llevarse a la boca, de modo que tuvo que mendigar de puerta en puerta. Más de una ardilla le cantó a su vez las verdades.
- ¿Por qué no te aprovisionaste en el buen tiempo, como las demás?
- He hecho algo mejor. He aprendido a cantar y ahora podré daros lecciones a vosotras, a cambio de comida.
Y las ardillitas que ya estaban aprovisionadas, pasaron un invierno muy divertido, oyendo a Viento de Luna, que bien alimentada, no dejó de cantar durante todo el invierno.

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